viernes, 19 de febrero de 2010

América Latina y la solidaridad regional


(Desde Santiago de Chile). La región latinoamericana configura una de las zonas geográficas más diversas y con mayor potencial del planeta. Sus profundidades y superficies almacenan riquezas naturales extraordinarias, y sus gentes, desde sus variadas perspectivas y raigambres culturales, contienen probablemente una de las mayores reservas del conocimiento humano. Las ciencias, la tecnología y las disciplinas del saber más diverso y plural, no son exclusivos y privativos de determinadas sociedades o países, el creador dotó a todos los hombres de similar cantidad y calidad de recursos para ser puestos en marcha por el bien de la especie.

No obstante, el desarrollo, cuyo fin último es beneficiar ciertamente a todos, es frenado por las diferentes y discrepantes estructuras administrativas de los estados. Los gobiernos cuya función esencial es manejar los recursos de cada país en beneficio de la ciudadanía, suelen, en este ámbito, subrogar a un segundo plano el gigantesco potencial de la sinergia regional, no entendida como la suscripción de acuerdos formales, diplomáticos, políticos y económicos, sino como una fuerza incontenible de crecimiento y dignidad humanos.

Hoy estos países se debaten entre los efectos de fuerza externas, producto de la crisis internacional, secuelas de conflictos bélicos, el influjo de potencias y las consecuencias de una excesiva variedad de estilos de gobierno. Brasil recibió al presidente Lula en medio de las esperanzas de los más desamparados y de los terribles augurios de los jerarcas del gran poder económico, no obstante este país ha seguido adelante con su característico andar. Argentina, con las dudas sobre sus gobernantes, ha exhibido precariedad administrativa y la evidencia de no mostrar a sus ciudadanos un ideario nacional cristalino y resuelto. Venezuela dando tumbos, yendo y viniendo, mediante abrazos de Chávez a sus aliados y diatribas a los demás, viviendo los beneficios de los precios internacionales del crudo, siempre sinusoidales. México, un hermoso país que, sin embargo, tiene pendientes pobreza y seguridad ciudadana. Chile, por largos años el Jaguar para muchos, aún cuando presenta una macroeconomía sana, todavía tiene algunas heridas abiertas, y más hombres de los que se quisiera carecen de trabajo digno y estable. La amazonia, más allá de su atractivo turístico, especialmente para visitantes “curiosos” de otros continentes, cobija decenas de miles de comunidades sumidas en el barro y a escasos metros de la era del fuego, todos los países que tienen algún grado de soberanía sobre ella, sin duda que tienen una deuda para con ella.

Como contraste, las urbes concentran los factores que podrían resolver todos los estados deficitarios regionales: gobiernos, bancos, universidades, organismos internacionales y grandes conglomerados económicos, y –supuestamente- las inteligencias privilegiadas, al parecer más ocupadas en fines particulares que en el bien general.

¿Hasta cuándo nos encerraremos en nuestros círculos individuales, olvidando que existen otros que nos necesitan más que nunca? Exhortar a todos los latinoamericanos para integrarse a un gran movimiento regional es únicamente el comienzo. Tenemos que articular esta cosmovisión, hacerla nacer en el mundo real.

No se trata de crear una organización más de las que todos conocemos, eso sería una miopía, el propósito es provocar un cambio determinante en la cultura, en los principios, en la concepción del tipo de sociedad que deseamos. Tampoco se confunda con globalización, que de alguna forma desdibuja las idiosincrasias individuales. No creo que alguien deje de temblar y emocionarse al ver los niños que deambulan en busca de comida o los humildes desdentados que escarban en los tachos de basura, ni menos mirar con indiferencia los pesares de miles de familias que han perdido toda esperanza violentadas por las drogas, la violencia y el hambre.Es el momento de integrarse y construir la propia comunidad latinoamericana, no con el propósito de competir con otras latitudes, o de equilibrar los índices macroeconómicos. Esencialmente se trata, al igual que en una familia, de reunir a los jóvenes y viejos, a los más exitosos con los que aún no encuentran el camino, a las mujeres y los hombres. Y en torno al bienestar familiar, pensar, diseñar e implementar las bases de la sociedad que dejarán a los descendientes para que ellos la mejoren, y su constante perfección se convierta en la actitud ciudadana, que garantice que en el devenir de los tiempos el hombre se ha hecho merecedor de la creación.

Esta zona reúne, como pocas coordenadas del planeta, a hombres y mujeres pujantes, riquezas y millones de hectáreas sobre las que emplazar emprendimientos de todos los tipos y tamaños. Como la mayoría de estas naciones vive del comercio de comodities y de productos con escaso o nulo valor agregado, la clave está en elevarlos de valor localmente, para luego ponerlos en los mercados internacionales. Y una opción del todo valida y aplicable es el mundo de los servicios, pero con una mirada mundial: industrias como desarrollo de software, investigación agroalimentaria, fabricación de partes y piezas, creación de medios inmunológicos, aleaciones de alta demanda, turismo de larga distancia.

América Latina puede, siempre y cuando logre la unidad, indisoluble y monolítica que tanto le hace falta. Los relevos generacionales tienen un gran y duro trabajo que afrontar.

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