miércoles, 6 de mayo de 2009

Gripe porcina, el peligro de las malas noticias


(Desde Santiago de Chile). El hombre parece desprenderse crecientemente de memoria analítica y proyectiva. Durante el pasado siglo se habló de paz como nunca antes, se crearon organismos supranacionales para defenderla, fomentarla y difundirla. Ese mismo período fue testigo de decenas de conflictos armados en el orbe, incluyendo, en Occidente, las dos grandes guerras mundiales y la guerra de Vietnam. Aún así el Siglo XXI comenzó con dos muestras de la insania humana: 9-11 en los Estados Unidos y su réplica en los parajes hispanos de Atocha.

Por estos días las expresiones apocalípticas se han hecho frecuentes: Según los Kirchner, en la Argentina, si no triunfan el país podría “caer en un vacío” y “explotar” poniendo en riesgo la gobernabilidad y la estabilidad de la democracia trasandina. En la última V Cumbre de Las Américas Chávez, a pesar de mostrarse más templado, deslizó algunas de sus clásicas muletillas contra Norteamérica. En el mismo contexto, la oferta de Obama generó encendidas respuestas ideológicas desde La Habana. A nivel planetario la actual crisis económica, que comenzó en el escenario Sub Prime y las hipotecas en los Estados Unidos sigue dejando estragos planetarios. Colosos empresariales se han visto arrastrados: Angela Merkel negocia Opel y Chrysler se declara en quiebra.

El silencioso Ban Ki-moon parece estar en lo cierto al criticar la “excesiva cobertura de los medios”, refiriéndose a la gripe porcina, surgida en México. El país ya está resintiendo los efectos, con la disminución de las expectativas respecto del turismo y el comercio de alimentos. El presidente Felipe Calderón declaró enfáticamente que siendo necesarias las medidas sanitarias, éstas deben ser proporcionales y acordes a las hipótesis de la Organización Mundial de la Salud, en coordinación con los servicios de salud locales. México ya está ordenando medidas para volver a la normalidad las principales actividades del país: vuelven a clases los estudiantes, se estudia individualmente las autorizaciones a actos masivos y las ocupaciones al interior del país están morigerando los considerados excesos reactivos.

Más allá de las características sanitarias del fenómeno, no debemos olvidar que muchos de los hechos citados han escalado a consecuencia de las coberturas de prensa. Las reacciones, medidas y desencadenamiento de pánico pueden acentuarse al sobre explotar los hechos noticiosos. Una cosa es informar los sucesos objetivos y otra dramatizarlos, consciente o inconscientemente, en las agencias informativas, o en los medios de comunicación, incluso en los despachos de las autoridades.

La gripe porcina es un peligro cierto y tipificado respecto de sus peligros y consecuencias. Es una situación de emergencia, qué duda cabe, frente a la que hay que aplicar las medidas que las autoridades pertinentes establezcan. La propagación dentro de un país o comunidad (epidemia) ha trascendido fronteras acercándose al carácter de pandemia, lo que ha generado alerta de los gobiernos y preocupación en la población. No obstante, su peligrosidad y amenaza, especialmente a los segmentos y poblaciones más vulnerables, los políticos y los responsables de las comunicaciones deben ser extremadamente cuidadosos en sus expresiones y comunicados, no sea que la extensión pandémica se deba a la propagación inadecuada de mensajes más que al realismo y la racionalidad de lo que realmente está ocurriendo.

Ya estamos viviendo suficientes focos de crisis para agregar uno más. El mundo está empeñado en avanzar en la paz y la concordia, en el desarrollo y la integración. No podemos arriesgarlos a causa de una desproporcionada adjetivación de lo que sucede. Los estimados cinco mil millones de dólares que esta crisis podría costar al estado mexicano, podrían no sólo incrementarse peligrosamente sino extenderse a otras naciones, profundizando aún más los efectos de la actual crisis económica global.

No olvidemos el antiguo aforismo: “Por la boca muere el pez”. Las autoridades políticas, sanitarias y los medios de comunicación tienen la responsabilidad central de manejar el mal con criterios de estado, científicos y de información respectivamente. Roguemos y confiemos en sus buenos oficios.